CARTAS AL CORONAVIRUS
19/03/2020
Querido Covid19
Meditando sobre el largo alcance de tu intervención, reconozco hoy que los virus como tú, son el prodigio de la evolución de una nanotecnología, conseguida durante los millones de años de evolución de la materia, hasta la vida orgánica.
Imagino ahora los trillones de veces que has debido intentar, hasta lograr la fórmula precisa para abrir la compuerta de la maquinaria celular, que te habría de multiplicar.
Hoy, que percibo tu dimensión infinitesimal, querida nano-partícula, comprendo que te has expandido porque ibas a hombros de un gigante, la humanidad, que garantizó tu reproducción viral. Ahora, que ese gigante empieza a despertar al enorme potencial de su responsabilidad, me anticipo a decirte: adiós querido virus. Has cumplido muy bien tu cometido, pues ni el capitalismo, ni el comunismo, ni las socialdemocracias, ni las dictaduras, ni todas las guerras juntas, habían podido avocarnos a un cambio de tanta envergadura. Ningún sistema político, ninguna religión, ninguna escuela de sabiduría, habría logrado, en tan poco tiempo, hacernos regresar a lo esencial: La vida.
Aunque nos hayas sometido, al aprendizaje colectivo de un encierro estricto para garantizar la supervivencia, nos has abierto de par en par las puertas de la escuela de la vida. Hoy prácticamente todos los alumnos de esa institución abierta, cooperan practicando tus lecciones. Y la más importante de todas estas lecciones esenciales, la de la solidaridad, adquiere proporciones pandémicas. Desde sus balcones cantan hoy en Europa a la esperanza, Italia, Francia, España y Alemania y sus ecos se viralizan en los corazones de Africa, Oceanía, América y Asia.
A pesar de los connatos de epidemias de pánico, victimismo, desolación o resentimiento, brotó querido Covid, una medicina esencial para el sistema inmune colectivo: la gratitud. Como una música del alma, esta condición de comunión y gracia, nos llevó a todos desde nuestros retiros, a aplaudir a los héroes anónimos que están en el frente de esta gran batalla: los trabajadores sanitarios. Ofrecemos nuestras manos limpias, nuestros corazones conmovidos y la corriente solidaria de nuestra vida, para que fructifique la valiente entrega que todos nos ofrendan con sus propias vidas.
Te quiero hablar amigo, como si me pudiera remontar más allá de la tormenta, y así contemplar la multidimensionalidad de esta pandemia, desde la ventana expandida del espacio tiempo del presente. Allí, el observador, el aprendiz y la presencia, es el alma.
Te daré una panorámica apreciado Covid de lo que alcanzaríamos a vislumbrar, si nos saliéramos del tiempo horizontal y pudiéramos entrar en la profundidad del tiempo, donde emerge el mundo de los significados.
Contemplados, ya no en modo de catástrofe, apreciamos cómo los acontecimientos demarcados por la rutina gris de cada día, adquirieron súbitamente una velocidad de vértigo, tal, que nos llevaron a vivir en presente intenso la sincronicidad de los eventos. Salimos todos de un búnker de pseudo-bienestar, sostenido en la inercia de la comodidad y la indiferencia. La pandemia nos lanzó a una singularidad, un big crunch que señaló, más que el final, la oportunidad para generar el big ban hacia la vida nueva.
Este presente, develó en nuestra presencia, un tiempo más significativo que el tiempo prolongado de todos los siglos transcurridos. La realidad inminente de la muerte, valorizó el sentido de la vida y tocamos fondo en el corazón de la familia.
Por primera vez, en décadas, tuvimos un tiempo interior y, a pesar del terror, se comprimieron en cada hogar, restaurantes, gimnasios, estadios y teatros, llevándonos a vivir en espacios pequeñitos, ese misterioso ahora-aquí, donde están infinitamente comprimidas las dimensiones del espacio-tiempo. Cocinas y dormitorios se convirtieron en improvisados auditorios. Y posiblemente para el próximo invierno ya tengamos una explosión de nacimientos, que renovarán la vida.
Jorge Carvajal Posada