No sabemos lo que ocurrirá mañana, o dentro de un momento. No sabemos cuál será la próxima pregunta, ni quien la llevará en su mirar. No sabemos del heroísmo contenido en nuestros nervios en la próxima prueba, ni de la magnitud de nuestra calma en la tormenta que aún no llega. No sabemos cómo fue posible que la ayuda perfecta llegara en el momento preciso, a encontrarnos bajo el lirio, ni que hubiera sido de nosotros sin ella.
No sabemos qué hará el amor a continuación, quizás aparezca alguien que nos robe el corazón en el aleteo de un segundo, o lo haga poco a poco… Quizás alguien indispensable se aleje, sin darnos tiempo a eso que llamamos “prepararnos” y nos rompa para reconstruirnos; o nos permita descubrir que el alma nos protege tanto… que ya no nos rompemos.
No sabemos porqué reconocemos lugares en los que jamás hemos estado y los sentimos más familiares que el pan, el café y el aroma de la mañana; ni sabemos porque ciertas personas evocan con sólo llegar, casi, casi antes de hablar, llanuras, conversaciones en torno a la hoguera y promesas sin olvido.
No sabemos porque tiene el amor la fuerza colosal de la epopeya, ni porque nos regalaron la vida. No sabemos porque nos la siguen regalando, día a día, así… sin más. No sabemos de los miles de kilómetros que viaja la luz de las estrellas para llegar a acariciarnos, ni de los miles de años que el corazón lleva viajando, hasta que hoy, aquí, por fin, nos enamoramos perdidamente de ellas.
No sabemos si mañana podremos seguir caminando y en nuestros pasos sentir el bosque y saberle sintiendo nuestros sueños. No sabemos si veremos el velero, el horizonte, el sol poniente que ensalza la mayor y al viento confesando que cruzó el mar, para llegar a ella.
No sabemos si mañana podremos seguir caminando, pero sabemos que podemos agradecer caminar hoy, y sabemos que si nuestras piernas no vuelven a andar hay un propósito oculto en ello y a su debido tiempo, podremos descubrirlo.
No sabemos cuál será la próxima pregunta, pero sabemos que seguimos comprometidos a responder con el alma, pues la suya es la única respuesta con sentido.
No sabemos quién se irá, ni cuando, ni como, pero sabemos que hay un lugar del que nada, ni nadie se va y lo elegimos.
No sabemos porque el amor tiene la fuerza colosal de la epopeya,
pero sabemos que sin él todo es nada
y con él todo es todo.
Sabemos que en él
cuando nos rendimos nos volvemos invencibles,
cuando nos perdemos nos encontramos,
cuando nos damos nos tenemos.
Sabemos que si morimos de amor, en amor vivimos.
Sabemos.
ISABELLA DI CARLO