Ser espiritual es la mejor ofrenda de paz. Aterrizando las ideas, “ser espiritual” no es como algunos dicen, ser optimista de forma irracional. Tampoco es ser confiado de forma infantil. Es justo lo contrario. Es ser optimista de la forma más contundentemente madura, con la visión luminosa del que se ha demostrado, en su propia vida que todo puede usarse para bien. Es ser confiado gracias a la vivencia íntima de que más allá del dolor, para el que permanece abierto, hay una lección de amor.
El amor es el fin último, el fin inmediato y el medio para alcanzar ambos fines. Vivir espiritualmente es permanecer siempre orientado al amor. El amor como bien mayor, como justicia que deviene del equilibrio, como equilibrio que se logra gracias a la inclusividad, la rectitud y la verdad.
Cultivar las virtudes del amor, es el mayor de todos los bienes, nos beneficia, beneficia a los que nos rodean, favorece a los que están lejos. Las buenas acciones, las buenas palabras y los sentimientos nobles, tienen efecto dominó. No debemos olvidarlo, nos traicionamos si lo minimizamos, traicionamos a la vida si lo negamos. Las buenas acciones son imparables.
Miles de personas se están sensibilizando a la enseñanza de los sabios y los místicos, que es belleza en la vivencia de los poetas y demostración científica en la física cuántica: todo está conectado.
Todo está conectado, cada acción por mejorar en un conflicto personal aumenta la paz del mundo. Cada acción por ayudar, sostener, aliviar, acompañar… aumenta la paz del mundo.
Incluso egoístamente la bondad nos conviene, ya que nada trae más paz a nuestra propia vida que sembrar el bien en la vida de otros. Si nuestra mente adolece de intolerancia, pesimismo, ira y nuestra palabra es crítica; si nuestras emociones revelan desasosiego, temor, desesperanza y nuestro cuerpo recibe el castigo; si estamos desbordados y nuestras relaciones pierden calidad, es hora de solicitar ayuda y recuperar la armonía.
Criticar a los políticos, culpar a nuestros familiares, tomarla con los compañeros de trabajo o los jefes, no traerá la paz. Ser ofrenda sí.
Cuando el discípulo está pronto, aparece el maestro. Que estemos prontos. Que lleguemos a ser ofrenda y seremos felices de veras. Que lleguemos a ser ofrenda y prevalezca la paz.
ISABELLA DI CARLO