Una Gran Aventura: la Muerte  

Un análisis de la obra de Alice Bailey sobre el misterio de la muerte

 

No hace mucho tuvimos la oportunidad de entrevistar al filósofo Vicente Merlo sobre el tema de la muerte. En varias ocasiones se mencionó la vasta obra de Alice Bailey y de ahí que queramos ampliar un poco más el conocimiento que Bailey transmitió con sus libros y enseñanzas.

Alice Bailey fue una prolífica escritora y maestra esotérica, conocida por sus escritos sobre la evolución espiritual del ser humano y la interrelación de la humanidad con el cosmos, todo inspirado bajo la guía de su maestro espiritual Djwal Khul, también conocido como El Tibetano. Siguiendo las enseñanzas de la teosofía, Bailey creía que la muerte era simplemente una transición del alma de un estado físico a uno espiritual, lo que ella llamaba la gran evasión. La vida, en su visión amplia, es un ciclo continuo de nacimiento, muerte y renacimiento, y el proceso de morir es simplemente un retorno al estado de consciencia superior, ese estado que nos conecta con la luz del alma mediante una disciplina y un trabajo arduo de crecimiento personal.

Desde el origen de los tiempos, y en toda la gestión del misterio relacionado con todas las culturas humanas, la muerte ha sido un tema central tanto en la filosofía como en la espiritualidad y la religión. El temor a lo desconocido y el misterio que rodea el fin de la vida física han impulsado innumerables reflexiones y debates. Alice Bailey, una de las figuras más influyentes del pensamiento esotérico del siglo XX, abordó este tema desde una perspectiva que invita a la contemplación, a la reflexión interior y al crecimiento espiritual. En toda su obra, Bailey presenta la muerte no como una tragedia o un final, sino como un paso natural en el desarrollo del alma. Una pausa, un descanso, un alivio para proseguir en el camino, en la senda, en la Vida Una.

“Una gran aventura: la muerte”, recoge una serie de reflexiones sobre la naturaleza de la muerte, el proceso de morir y el viaje que el alma emprende tras dejar el cuerpo físico. En lugar de centrarse en los aspectos físicos o médicos de la muerte, Bailey explora sus implicaciones espirituales y filosóficas, desvelando aquellas cuestiones más escabrosas y difíciles para el entendimiento humano.

Con el auge de las experiencias cercanas a la muerte (ECM) en las últimas décadas, ha surgido un renovado interés por comprender qué ocurre tras el último suspiro. Testimonios de personas que han estado al borde de la muerte sugieren que hay más en este proceso de lo que nuestra comprensión materialista puede abarcar. Este fenómeno ha abierto una puerta a la posibilidad de que la conciencia sobreviva más allá del cuerpo físico, lo cual está en línea con las enseñanzas que Bailey desarrolló.

Bailey no solo anticipa este interés moderno en las ECM, sino que va más allá, proporcionando un marco estructurado para entender los cuerpos sutiles que componen al ser humano: el cuerpo físico, el etérico, el emocional (o astral) y el mental. Según ella, la muerte es simplemente la separación de estos cuerpos, donde el cuerpo físico y el etérico se disuelven, mientras que la conciencia del alma y su átomo simiente permanece y se eleva a un plano superior de existencia. Esta idea es clave en el pensamiento esotérico: la existencia de varios «cuerpos» o vehículos de conciencia que se interpenetran y que actúan en diferentes planos de la realidad. Bailey describe estos cuerpos sutiles en detalle, destacando su papel en el proceso de muerte. Al fallecer, el alma se libera del cuerpo físico y, a través de los cuerpos sutiles, continúa su viaje en un plano espiritual. El alma, en el momento de la muerte, se despoja del cuerpo físico como una persona que se quita una prenda de vestir usada. Esto es parte de un proceso natural, no de un evento traumático. La conciencia simplemente se desplaza de un plano denso y material a uno más sutil. Este concepto puede ayudar a quienes temen la muerte a verla con menos aprensión, ya que el dolor y el sufrimiento se asocian solo con la parte física del ser.

El libro sugiere que la muerte no es un fin, sino una transformación. Bailey describe la muerte como una «gran aventura» porque, para el alma, representa una expansión hacia nuevas dimensiones de la experiencia. Tras la muerte, el alma continúa su evolución y, eventualmente, se reencarna, tomando un nuevo cuerpo físico para continuar su aprendizaje en el mundo material. De ahí la importancia de la preparación consciente para la muerte. Al igual que en otras tradiciones espirituales, sugiere que una vida de crecimiento espiritual y autorreflexión facilita el proceso de morir. La actitud que uno adopta hacia la muerte, así como las prácticas espirituales que sigue, pueden influir en la manera en que se experimenta la transición.

Aunque las ideas de Alice Bailey se originan en la primera mitad del siglo XX, muchas de ellas siguen siendo relevantes en el contexto actual. La creciente apertura hacia la espiritualidad y las enseñanzas sobre la energía, la conciencia y la vida después de la muerte reflejan una profunda necesidad de comprender estos temas desde una perspectiva más amplia. En una época donde se enfatiza la ciencia y la medicina como medios para entender el proceso de morir, las enseñanzas esotéricas como las de Bailey ofrecen un enfoque complementario. Su visión de la muerte como un proceso natural de liberación del alma resuena con quienes buscan respuestas más allá de lo observable y lo tangible. Para aquellos que desean explorar el misterio de la muerte desde una perspectiva espiritual y filosófica, este libro proporciona una fuente rica de ideas y herramientas para la reflexión. Los libros azules de Alice Bailey, con su estilo profundo, nos deja un legado que sigue inspirando a quienes buscan una comprensión más amplia del alma y su viaje eterno.

Javier León